Lesiones que “saltan” de un lado al otro: ¿qué nos está diciendo el cuerpo?
En la práctica diaria, a veces los síntomas no siguen una lógica lineal. Un paciente comienza con dolor en el hombro derecho; al poco tiempo mejora, pero aparece una molestia en la rodilla izquierda. Luego, tensión en el cuello. En cada zona hay un patrón tensional real, pero ninguno termina de resolverse del todo. El dolor parece “moverse”, como si el cuerpo quisiera expresar algo que no encuentra otra vía. ¿Qué está pasando cuando una lesión parece desplazarse sin causa aparente?
Desde la mirada estructural, se suele hablar de compensaciones biomecánicas. Y es cierto que cuando una zona está sobrecargada, otras partes del cuerpo pueden intentar aliviarla modificando patrones de movimiento. Pero, ¿qué ocurre cuando la compensación no se justifica mecánicamente? ¿Y si hay algo más que simplemente desalineaciones o sobreuso?
La Fisioterapia Energética Integrativa propone una visión más amplia: que el cuerpo no solo compensa, también comunica. Y muchas veces, cuando los síntomas se desplazan, lo que está haciendo el organismo es buscar la forma más tolerable de expresar un conflicto no resuelto.
El síntoma que se mueve: una lógica diferente
Cuando un paciente relata que “el dolor ya no está donde empezó” o que “cada semana le duele algo distinto”, suele generar desconcierto clínico. No encaja con un patrón diagnóstico claro, y a menudo se asocia a cuadros de somatización, hipersensibilidad al dolor o incluso se pone en duda la veracidad del síntoma.
Pero desde una perspectiva energética, esto tiene una lógica precisa. Cuando hay un bloqueo emocional o energético profundo, el cuerpo puede buscar diferentes zonas para canalizar esa carga. Lo hace allí donde hay más vulnerabilidad, menos resistencia o menor impacto funcional. A veces, el cuerpo prefiere “desviarse” de la zona crítica para protegerla, o para evitar que el conflicto salga a la superficie de forma más directa.
En la medicina china, esto se comprende como un movimiento del Qi patológico: la energía bloqueada no desaparece, sino que migra buscando un nuevo punto de expresión.
El cuerpo protege al paciente… incluso con síntomas
Aunque parezca paradójico, a veces el dolor no es el problema, sino la solución que el cuerpo encontró para sostener un conflicto más profundo. Es más tolerable sentir dolor en el hombro que enfrentar una emoción que desborda. Más llevadero tener una contractura que asumir un duelo no transitado. En ese sentido, cuando el síntoma cambia de lugar, el cuerpo está negociando, buscando un nuevo equilibrio.
Por eso, no siempre que desaparece un dolor significa que el conflicto se resolvió. Puede que simplemente se haya desplazado. La clave está en observar el patrón, más que el punto. Y reconocer que el cuerpo no se equivoca: hace lo que puede con lo que tiene.
Claves clínicas para identificar estos patrones
Algunas señales que pueden alertar al fisioterapeuta de que hay un componente energético o emocional en juego:
- Síntomas que migran sin relación biomecánica clara.
- Dolores que cambian de lado o zona entre sesiones.
- Mejoría parcial que se estanca o da paso a otro síntoma.
- Sensación subjetiva de “inestabilidad corporal” o “incomodidad constante”.
- Repetición de lesiones similares en diferentes partes del cuerpo.
En estos casos, es útil realizar una anamnesis más amplia, que incluya no solo el historial de lesiones, sino también el contexto emocional actual, eventos vitales recientes y la percepción subjetiva del paciente sobre su salud.
¿Cómo intervenir desde la fisioterapia energética?
El primer paso es dejar de perseguir el síntoma como si fuera un enemigo a eliminar, y comenzar a escuchar lo que quiere expresar. Esto no implica abandonar el tratamiento físico, sino complementarlo con un abordaje más sutil, que busque restaurar el flujo energético general del sistema.
Algunas estrategias terapéuticas útiles:
- Trabajo sobre los ejes energéticos del cuerpo, especialmente columna, abdomen y pelvis, para estabilizar el sistema.
- Contacto consciente y respiración guiada, para permitir que el paciente reconecte con su cuerpo de forma profunda.
- Liberación de zonas clave como el diafragma, el plexo solar y el sacro, donde suelen acumularse tensiones invisibles.
- Técnicas de regulación del sistema nervioso, para salir del estado de alerta permanente y permitir la autorregulación.
Cuando el cuerpo se siente seguro y sostenido, ya no necesita “mover” el síntoma. Puede quedarse, procesar y soltar. Y es ahí donde muchas veces se produce el verdadero cambio.
Casos clínicos: cuando el cuerpo guía el proceso
Un caso típico: mujer de 40 años con fascitis plantar bilateral alternante. No hay hallazgos estructurales relevantes. Ha pasado por varios fisioterapeutas sin éxito. En consulta, emerge una historia de inseguridad laboral y miedo a “quedarse sin suelo bajo los pies”. El tratamiento físico se acompaña de contacto energético en abdomen y pies, ejercicios de enraizamiento y espacio para verbalizar sus emociones. En pocas semanas, los síntomas desaparecen.
Otro ejemplo: hombre con dolor de hombro derecho, luego izquierdo, luego cervicalgia. Al indagar, se identifica una situación de doble carga emocional: cuidar a sus padres mayores mientras sostiene un trabajo exigente. Su cuerpo expresa literalmente el peso que sostiene. Al trabajar desde la fisioterapia energética con el concepto de “descargar” simbólicamente, su cuerpo comienza a responder con mayor fluidez.
Una fisioterapia que reconoce la inteligencia del cuerpo
En este enfoque, no tratamos de “resolver” el cuerpo, sino de escucharlo, acompañarlo y facilitar su capacidad de autoregulación. Entendemos que cada síntoma tiene un sentido, y que cuando este sentido se atiende, el cuerpo no necesita insistir.
Esto exige del fisioterapeuta una actitud de humildad, de presencia, de observación. También una formación que le permita incorporar herramientas sutiles pero poderosas, como las que ofrece la Fisioterapia Energética Integrativa.
Muchos de estos abordajes se trabajan con profundidad en el programa de Fisioterapia Energética Integrativa, donde se aprende a mirar más allá del síntoma físico y entender al paciente en su totalidad:
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